Creo que a todo el mundo le gustan los animales. Y no tiene por qué ser que uno es un loco de los animales completa. Como vivo en un pueblo, es lógico que tengamos animales en casa. No conozco a nadie en el pueblo que no tenga animales en casa. Y no me refiero a que tenga animales sólo para ganarse la vida. Me refiero a que la gente tiene animales principalmente por su propio placer, para tener a alguien con quien acurrucarse. Por ejemplo, ése es mi caso. Tengo seis conejos en el jardín de casa. Por supuesto, no están en casa para comer en absoluto. Tengo los conejos de tal manera que me encanta abrazarlos y me hace sentir bien. Cuando estoy muy estresada, uno de mis conejos es el que me ayuda. Es muy cómodo y me gusta lo suave y mimoso que es su pelaje. Además, creo que esta terapia con animales es más eficaz que quizá algún psicólogo o algún medicamento.

Yo misma voy a menudo a la residencia de ancianos, donde llevo a mis conejos para que los jubilados también puedan mimarlos. Aparte de los conejos, también tengo un gato en casa que duerme en la cama conmigo y estoy muy contenta porque el gato siempre me mantiene calentita en invierno. No hay nada como el calor que irradia un gato. Creo que a mucha gente también le pasa, como a mí.

Y también cuando estoy en el pueblo, pues claro que también tengo un perro. Esa es probablemente la base de la gente del pueblo. El pueblo y el perro van de la mano. Y mi perro es principalmente un perro de exterior que cuida de mi jardín y también de los conejos. También es lo suficientemente manso como para no hacer daño ni a una mosca. Ladra a la gente, pero nunca muerde. A mí me basta con sus ladridos, porque siempre me avisa de que pasa algo en el jardín. Y creo que siempre debería ser así. Un perro debería alertarte de algo que no es normal. Mi perro puede hacerlo y me alegro por ello. Sabes, en el pueblo, por desgracia, también tenemos ladrones a veces. Se llevaron el aislante de poliestireno de los vecinos. ¡Fue horrible!